Llueve copiosamente sobre la cuidad, el agua desborda los techos y desde los balcones de los edificios bajan danzantes cortinas traslucidas de gotas de cielo ensartadas con mágicos hilos etéreos, por las que osadamente desde los maceteros se asoman reverdecidas hojas y coloridas flores, al igual que los dedos de un travieso niño que de entre las rejas intenta robarse algunas gotas frescas de lluvia para el pez dorado que juega en el sueño de sus manos y, por qué no!, probar algunas de ellas para ver si son dulcitas como agüita de azúcar o quizá saladas cual gotitas de mar…luego, al llegar a la acera la imaginaria cascada al igual que lo ameno del relato se estrellan con la triste realidad de una cuidad descuidada, las profusas y hasta ese momento cristalinas aguas inundan totalmente la calzada donde se mezclan con la tierra y la desidia acumuladas tornándose en un rio de barro y de pena que a su paso arrastra utopías y anega sueños de primavera…sin embargo, al otro lado de la calle, en el regazo de una banca de la plaza, renace la ilusión al ver a un par de enamorados que abrazados y ajenos a toda la realidad que los rodea se besan bajo un paraguas que los resguarda de la lluvia, pero afortunadamente, debajo de su colorida copa lloviznan intensamente el amor y la esperanza…
JFattore.
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