Es justamente esa hora de la tarde cuando dejas de ser un sólo un pensamiento constante y te me haces intensa añoranza, esa misma hora, la del vespertino café en la que la brisa cómplice de tu ausencia pareciera traer tu perfume y mezclarlo con el aroma que desprende el tinto aromático inundándome los sentidos en cada respiro, en cada sorbo, dejando además en mi paladar la dulce amarga remembranza de aquellos, tus besos ahora prohibidos… la hora del ocaso, que se apronta en el horizonte para pintar de arreboles el ambiguo paisaje del día y la noche rozándose ese momento mágico, que a pesar de su distrayente belleza no logran mitigar el extrañarte tanto…
JFattore.
No hay comentarios:
Publicar un comentario