Hoy recordaba a un niño de mi pasado, uno que jugaba pelotica de goma y chapitas en la puerta de su casa y hacia piruetas con un balón de futbol y pateaba goles en la arquería imaginaria de la pared de enfrente de la calzada, ese mismo chamo que se trepaba al árbol de Caimito del traspatio de la casa para cosechar los dulces frutos con los que se alimentó su infancia, aunque era solo un niño sus sueños ya eran grandes, al igual que su ingenio y habilidad con las manos, con las que hacía sus propios papagayos, los que luego, cuando hacia buena brisa volaba desde la azotea, se elevaban sobre los tejados, los techos y las copas de los árboles, esquivando las antenas que se alzaban desde la platabandas, con ellos también él volaba por los azules de la distancia, hasta donde la madeja de pabilo alcanzaba, pero más de una vez quiso llegar más lejos, entonces cortaba el hilo y veía como eran llevados, mecidos por el viento hasta donde ya la mirada no llegaba, era a partir de ese instante cuando comenzaba el verdadero viaje, por los mundo mágicos que en su mente ya existían. Hoy recordé ese niño que se hizo grande y tuvo que dejar de hacer papagayos, pero de vez en cuando vuelve a volarlos desde ese lugar de su memoria donde aún los cielos son claros…
JFattore.
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