Otoño en la campiña italiana…
Fue una tarde de mediados de octubre cuando me dirigía al pueblo vecino que apenas quedaba a unos seis kilómetros de distancia, sabía que sería un buen paseo por el camino que atravesaba la campiña, más que un camino era un antiguo sendero algo estrecho que cruzaba de un lado al otro el valle serpenteando entre los árboles, castaños, higueras, perales, entre otros, que para ese momento perdían su verde pudor y habían comenzado a desnudar sus ramas semejando manos cadavéricas en plegaria al cielo, dedos lánguidos punzando el viento, intentando, quizás, ahuyentar el aire templado que muy pronto traería el hielo del invierno, unos pasos adelante el sendero se ensanchaba, apenas, en un pequeño campillo donde las hojas, ocres, pardas, rojizas, caían suavemente mecidas por la brisa, que parecía colocarlas en el lugar preciso donde la magia del otoño las requería para seguir urdiendo la mullida colcha que arropaba la tierra, que bien semejaba una alfombra encantada que alelaba la mirada con sus dorados matices e invitaba a tenderse sobre ella… no pudiendo negarme a tal fantasía, me deje caer en ella sin pensarlo siquiera y cerré los parpados por unos instantes entrando en una especie de trance, el silencio que al comienzo aturdía el oído comenzó a llenarse de amables sonidos que se magnificaban al pasar los segundos pudiendo escucharse el aletear de las aves en libre vuelo, otras, algo remotas entonando cantos de atardecer y hasta podía sentir el rumor del riachuelo que como a un par de kilómetros corría alegre bajo el puente viejo a la entrada del vecino pueblo, súbitamente desperté de ese momento de ensueño con algunas gotas de lluvia que caían desde algunas estrellas que habían hecho temprana presencia en el índigo telón del atardecer que ya cubría los cielos… un momento en el que me secuestro de la realidad la magia de un sueño, un sueño vivido entre otoño e invierno…
JFattore.
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