Era un rígido y cruel verano, cuando se presentó aquella sorpresiva y maravillosa lluvia a destiempo, fresca, copiosa, hizo que el escaso y adormitado río lejano abandonara su natural cauce, adentrándose éste en lugares que siempre le fueron ajenos, fue entonces que aquel yermo pedazo de tierra, probó del agua que escurría la tierra, sació su sed añeja, conoció su reverdecer y estrenó de colores toda una acuarela, vivos, alegres, ahí supo lo que llamaban primavera, nunca imaginando aquel trozo de sueño que pronto todo regresaría a lo que antes era, a la sequía, a la monocromía desierta y que jamás volvería ese regalo único, que extrañaría por siempre…
JFattore.
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